El concepto de lector en el Quijote

Alfonso Vargas Franco

Profesor Departamento de Lingüística y Filología

Universidad del Valle

alfonso.vargas@correounivalle.edu.co

Resumen

¡Se ha escrito tanto sobre el Quijote! Son innumerables las lecturas y los enfoques, los temas y evocaciones que hasta nuestros días resuenan los ecos de una obra extraordinaria de la literatura universal, la cual hace parte del patrimonio cultural de la humanidad. El azar quiso que fuese felizmente escrita en español, nuestra lengua materna. Es un texto inagotable que se resiste a cualquier mirada reduccionista o ideológica porque es una novela que a través de las más complejas y disparatadas aventuras de su héroe pone en evidencia los poderes, las costumbres y las tradiciones, pasándolas por el cedazo del humor y la ironía para producir efectos de sentido verdaderamente inesperados y sorpresivos. Es una máquina que no ha cesado de construir significaciones desde la publicación de su primera parte en 1605.

Recordemos que el Quijote puede ser leída como una parodia de los libros de caballería, a la cual suele reducirse, y que deviene en una lectura ideologizada que pretende agotar su sentido. Sin embargo, no logra este propósito, precisamente por la naturaleza polifónica del texto, por un lado, y por el otro, por su diversidad de lecturas, entre los que se puede mencionar la crítica de los poderes religiosos y políticos, la defensa de la lengua y la cultura popular los cuales encierran, en definitiva, una visión universalista y humanista que se resiste frente a cualquier intento de dogmatismo o religiosidad.

En este ensayo me ocupo principalmente de tirar de uno de estos hilos del texto, de una de las puntas de esta urdimbre para meditar sobre el papel de la lectura y el concepto de lector que se evidencia en algunos de sus capítulos. Se trata forzosamente de una mirada introductoria, que pretende ser más provocadora que profunda, más personal incluso que académica, y que finalmente sólo aspira a compartir una fuente de goce: un placer que se renueva con el paso de los años.

Palabras clave: el concepto de lector, polifonía, crítica de los poderes, lengua y cultura popular.

Abstract

So much has been written about Don Quixote! There are countless readings and approaches, themes and evocations that to this day resonate the echoes of an extraordinary work of universal literature which is part of the cultural heritage of humanity. Chance wanted it to be happily written in Spanish, our mother tongue. It is an inexhaustible text that resists any reductionist or ideological gaze because it is a novel that through the most complex and crazy adventures of its hero highlights the powers, customs and traditions, passing them through the sieve of humor and irony to produce truly unexpected and surprising effects of meaning. It is a machine that has not stopped constructing meanings since the publication of its first part in 1605.

Let us remember that Don Quixote can be read as a parody of chivalric books, to which it is usually reduced and that becomes an ideological reading that seeks to exhaust its meaning. However, it does not achieve this purpose, precisely because of the polyphonic nature of the text, on the one hand, and on the other, because of its diversity of readings, among which we can mention the criticism of religious and political powers, the defense of language and popular culture which ultimately enclose a universalist and humanist vision that resists any attempt at dogmatism or religiosity.

In this essay I deal mainly with pulling one of these threads of the text, one of the ends of this warp to meditate on the role of reading and the concept of reader that is evident in some of its chapters. It is necessarily an introductory look, which aims to be more provocative than profound, even more personal than academic, and which finally only aspires to share a source of enjoyment: a pleasure that is renewed over the years.

Keywords: the concept of the reader, polyphony, critique of power, language and popular culture

Introducción

Leí de manera tardía el Quijote. Sobrepasaba ya la treintena cuando descubrí por fin este clásico. Tardé muchos años en superar el trauma de los exámenes de un profesor de cuyo nombre no quiero acordarme, que bien semejaban el paredón de fusilamiento. Cursaba el décimo grado en el colegio INEM de Cali y el profesor había convertido nuestra lectura del Quijote en un ejercicio premeditado de poder e intimidación al cual nos sometía para saber si habíamos leído o no la novela, indagándonos por algunos temas de la obra o argumentos de los capítulos. ¡Estos ejercicios de tipo castrense o sacerdotal no eran otra cosa que exámenes orales de comprobación de lectura!

Recuerdo que la pasábamos muy mal mis compañeros y yo. El nerviosismo cundía entre nosotros, ¡adolescentes acusados de no leer, de no saber leer a Cervantes!, principalmente por el temor a sacar malas calificaciones y reprobar la materia de español y literatura. A mí me gustaba la lectura, y quise disfrutar el Quijote en mi edición escolar ilustrada de la editorial Bedout. Sin embargo, no experimentaba ningún tipo de placer en el hecho de tener que enfrentarme en este tribunal con un adusto y severísimo profesor. ¡Nunca lo vi sonreír!, lo cual era una contradicción en los términos en esta experiencia de lectura, dado el carácter irreverente, amargo, disparatado y jocoso de las desventuras del héroe que se inscribe en lo que Bajtín llamó la carnavalización de la literatura. Mis calificaciones fueron apenas satisfactorias, en cualquier caso, y no porque escatimara esfuerzos por entender las desaforadas aventuras de Don Quijote de la Mancha, sino porque me bloqueaba como consecuencia de la tensión que sentía cuando el profesor nos lanzaba sus preguntas como piedras filosas. 

No sé si exista un manual para olvidar el Quijote; si lo leí en algún momento o es una traición de la memoria, pero creo que experimenté un largo olvido del Quijote del cual no desperté sino hasta veinte años después. ¡Estas son algunas de las consecuencias que la lectura obligatoria puede producir en los estudiantes! Como el problema me daba vueltas en la cabeza consulté en Google “Manual de instrucciones para olvidar el Quijote”, y en efecto, la búsqueda me arrojó como dato el libro de Fernando Savater Instrucciones para olvidar el Quijote, que curiosamente no recuerdo haber leído, pero cuyo título se sedimentó en mi memoria de manera definitiva.

Transcurría el año 1999 cuando se produjo mi verdadero encuentro con el Quijote. Era una edición de 1994 de la editorial RBA en dos volúmenes. No puedo decir que leí la novela de un tirón, sino que cada día leía páginas o capítulos enteros, sin ningún tipo de deber escolar o compromiso académico de por medio. Un poco como se lee la Biblia antes de ir a dormir, pero en esta oportunidad leía el Quijote a cualquier hora del día. Fue revelador el placer de cada hora dedicada a la lectura. Así pasaron muchos días sumergido en este universo literario porque más que un autor, el Quijote y Cervantes son toda una literatura.

Recuerdo que me reía mucho a solas de todas las situaciones absurdas en las que se embarcaba nuestro héroe como consecuencia de su locura; pero al mismo tiempo comprendí que eran muchos los niveles de análisis que provocaba su lectura. Había obtenido mi grado de Licenciado en Literatura hacía más de una década y era profesor de Español y Literatura, así que mi competencia como lector en ese momento de mi vida me permitió descubrir en el Quijote una teoría crítica de la sociedad elaborada con una maestría inagotable. Fue una liberación esta lectura, como lo hubiese deseado Cervantes con cualquiera de sus lectores.

No se trataba solo de leer la novela como la parodia de los libros de caballería que secaron el seso a don Alonso Quijano o como la oposición entre razón y locura, personificadas a través de Sancho y Don Quijote, respectivamente, que suelen ser las lecturas más superficiales del texto, sino poder comprender que a través de un conjunto de técnicas narrativas Cervantes aporta en la construcción de la modernidad literaria. En efecto, Cervantes deja ver muchas de las estrategias de construcción del relato porque esto hace parte de algunas de sus innovaciones narrativas con las cuales funda la novela moderna, el concepto de antihéroe, la novela breve dentro de la novela mayor, las digresiones, la polifonía narrativa, el humor, la ironía, etc.

Las operaciones sobre el discurso literario

Por ejemplo, en el capítulo IX hace su aparición el sabio musulmán Cide Hamete Benengeli, a quien el narrador de la novela atribuye la autoría en árabe del manuscrito original de la historia de don Quijote. Esta decisión estratégica de utilizar un narrador en lengua árabe en un mundo como el español de la época,  e incluso en nuestros días, que ha ido adoptando de otros países de Europa (o simplemente ya lo tenía incorporado) en su cultura la ideología del rechazo al inmigrante y otros discursos de xenofobia evidencia el espíritu de tolerancia, reconocimiento del otro y solidaridad con otros pueblos por parte de Cervantes.

En el capítulo Primero de la Primera Parte: Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo don Quijote de la Mancha, específicamente en las primeras líneas de la novela describe el magistral universo de ficción del protagonista, su hacienda, familiares y su ama de casa:

“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor (…) Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben; aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba Quijana. Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad” (p.21).

Se puede observar ya un procedimiento muy claro de inclusión de otras voces que conocen y narran la historia: “los autores que deste caso escriben”. En este sentido, Cervantes hace una declaración de intenciones para mostrar la naturaleza polifónica de su novela con la presencia de otros narradores en el texto. Introduce, pues, matices en los puntos de vista para evidenciar la “impureza” del relato porque está hecho de muchas historias, voces, registros lingüísticos, ideologías, etc. En definitiva, evidencia su imprevisibilidad narrativa.

Al mismo tiempo avisa de la configuración del juego de embaucamiento al cual invita a participar al lector: “Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad” (p. 21), apuntando con esto a establecer unas reglas fundamentales, entre las cuales se encuentra que las aventuras del Quijote son verdad.

Se trata de un recurso que evidencia, como el mismo Cervantes expone, la artesanía de su novela, algunos secretos de su proceso de composición literaria. Así, el principio de verosimilitud es un criterio fundamental para poder participar del juego que nos propone el autor. Como afirma Juan Villoro (2008): “El Quijote trata, ante todo, de cómo se escribe un libro. La trama se estructura a medida que se lee; si unas páginas se pierden (como en el célebre episodio que deja al vizcaíno con la espada suspendida en el aire), habrá que encontrarlas para que la lectura continúe” (p. 42).

Este recurso estilístico resulta revelador para comprender que Cervantes no solo era un fabulador, como se dice, no sin cierto desdén e ironía de nuestro premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez por parte de algunos críticos, sino un escritor muy consciente de las técnicas literarias y que emprendió en su magna obra operaciones estilísticas novedosas para la época las cuales apuntan en el cambio de paradigma que conduce a la modernidad literaria.

Con todo, en nuestro tiempo, como señala Zuleta (2001), hay muchas personas que afirman sencillamente que el Quijote está mal escrito porque difiere de sus ideas sobre la corrección idiomática o sus nociones sobre el estilo bello, “lleno de florituras, confituras literarias, adornos o metáforas”, o como decía Borges, ‘tecniquerías literarias’ e incluso se han atrevido a afirmar que es un libro escrito con una prosa muy dispareja. Pero precisamente hay que reconocer que el propio Cervantes admitió, de manera muy honesta, que su obra es “la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo, y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación”

En su ensayo “La novela soy yo” Gabriel Zaid (2012) argumenta que la conciencia autoral es el resultado de un largo proceso de preparación y que ya es un avance importante que se reconozca de quién es una obra, pero que hacen falta bastantes siglos para que la obra misma incorpore en su texto la presencia del autor. Se trata de una “conciencia autoral objetivada” (p. 61) y Zaid la encuentra en El Quijote a la cual se considera la primera novela de autor:

“Cervantes objetiva su conciencia autoral explícitamente en aquellas ‘tomas’ narrativas que filman su propia filmación ante un espejo: don Quijote habla de sus hazañas noveladas en Don Quijote. También la objetiva (implícitamente) en la mirada irónica de la ‘cámara’ que nos aleja del mundo para contemplarlo, desde un punto de vista liberado y liberador del acontecer” (p. 61).

En esta perspectiva, la parodia de los libros de caballería es un paso muy importante que apuntala el cambio de paradigma hacia un nuevo modelo de novela. Bajtín (1991) afirma que fue hacia el final de la Edad Media y durante el Renacimiento que la palabra “paródico- transformista” (p. 445) rompió todos los diques y penetró, por ejemplo, para nuestro foco de interés, en la novela caballeresca culta, pero también en una multiplicidad de géneros directos, sobrios y cerrados (Bajtín, 1991, p. 445). 

Precisamente este tipo de movimientos constituyeron la preparación de la gran novela del Renacimiento y del Siglo de Oro: las novelas de Rabelais y Cervantes. La palabra novelesca, entre cuyos recursos más importantes se encuentra la parodia, jugó un papel definitivo en la formación de la nueva conciencia literario-lingüística.

En el año 1593, más exactamente el día 4 de junio, es la fecha de una comparecencia ante un escribano público como testigo de Tomás Gutiérrez, quien lo había hospedado en Sevilla en sus tiempos de comisario del rey para la recaudación de impuestos. Se trataba de un simple procedimiento burocrático: testificar a favor de su amigo en una especie de certificación personal de su buena conducta. La importancia de este caso radica en analizar la imagen que Cervantes tiene de sí mismo. Está a punto de cumplir cuarenta y seis años. Se define a sí mismo como “una persona estudiosa que ha compuesto autos e comedias muchas veces”, al tiempo que explica diferentes géneros dramáticos de la antigüedad grecolatina, especialmente tiene clara la distinción entre los textos cómicos como los momos, la mera presentación cómica o la mojiganga y el teatro serio. Defiende a los comediantes y a las compañías de teatro, como es el caso de Tomás Gutiérrez. 

En definitiva, Cervantes no solo nos presenta su perfil intelectual, sino que evidencia un conocimiento de los géneros literarios, y sobre todo hace una defensa del teatro porque los moralistas de la época veían en las compañías teatrales que recorrían España una especie de refugio de delincuentes y consideraban, además, que las personas que se dedicaban al arte teatral eran personas sospechosas, especialmente las mujeres. 

Este tipo de hechos sirve para comprender, como hemos venido argumentando, su tolerancia hacia personas que sufrían algún tipo de discriminación por su origen social, su formación cultural, su etnia y otros aspectos de tipo lingüístico, como por ejemplo, su lengua de origen. Cervantes, como afirma Juan Villoro, escribe en la lengua del imperio y en el siglo de mayor esplendor, pero de manera hábil hace creer a sus lectores que persigue la historia del héroe, en una lengua ajena.

El concepto de lector y de lectura en El Quijote

Cervantes postula un lector muy activo y crítico que pueda leer tras las líneas muchas operaciones de carga de profundidad contra el orden social establecido, no solo a través del humor y la ironía, sino también camufladas a través de historias y breves novelas dentro del gran relato, como por ejemplo, la novela El curioso impertinente, el relato de los amores de la pastora Marcela y Grisóstomo, el picaresco del incidente con los galeotes o la novela corta de la historia de Cardenio y Dorotea, etc., que a manera de extensas digresiones constituyen otras narrativas dentro de la novela.

Desde el punto de vista de la historia de la cultura escrita Cervantes propone también, como una de sus múltiples interpretaciones, el concepto de lector como una construcción discursiva y cultural.  El Quijote incluye diversos pasajes sobre los libros, la lectura o la escritura en la trama de sus ficciones (Castillo Gómez, 2016) los cuales podrían servir de materiales empíricos dentro de la investigación sobre los modos de leer en el Siglo de Oro (materiales, métodos y problemas), tal como lo propone Armando Petrucci (1999).

En el Prólogo de la obra Cervantes avanza en la postulación de un tipo de lector para el Quijote:

“Desocupado lector, sin juramento me podrás creer que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse. Pero no he podido yo contravenir al orden de naturaleza; que en ella cada cosa engendra su semejante. Y así, ¿qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo, y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como se engendró en alguna cárcel, donde toda su incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación?” 

Este fragmento del prólogo construye un modelo de lector ocioso que está dispuesto a dejarse seducir por una trama novelesca, una trama que como el propio padre de la criatura lo acepta es defectuosa, irregular, imprevisible, desorganizada.

En efecto, los estudios cervantinos revelan que el Quijote fue concebido en una cárcel entre los meses de septiembre de 1597 y abril de 1598, una estancia en prisión que tuvo que enfrentar por no poder soportar el dinero de unos impuestos de su actividad como comisario del rey. La orden de detención fue expedida por el juez Gaspar de Vallejo de la Audiencia de Sevilla y se hizo efectiva en Madrid (García López, 2015). A pesar de haber solicitado el embargo de sus propios bienes por la quiebra del banco Simón Freire de Lima en Sevilla, entidad en la que había depositado pagos para cubrir lo que adeudaba a la corona no llegó a cubrir la cantidad solicitada que era muy elevada en el dinero de la época: unos dos millones de maravedíes de alcabalas.

El cargo de comisario del rey fue un puesto que logró después de muchos esfuerzos y mediaciones de algunas personas cercanas a la corona española y que él reclamó como parte de sus servicios prestados como soldado en la famosa batalla de Lepanto y su actividad en la milicia en la lucha contra el dominio de los turcos en el Mar Mediterráneo. Cervantes tuvo una existencia llena de vicisitudes personales, pero también de actuaciones heroicas que alimentaron las ficciones que escribió; no solo el Quijote, sino sus Novelas Ejemplares e incluso su teatro y poesía.

Además de este problema, Cervantes padeció en su vida diversos infortunios, entre ellos algunos años en la cárcel. Estuvo preso en Argel entre 1575 y 1580, raptado por piratas berberiscos mientras desarrollaba su vida en la milicia española siendo muy joven, al servicio de la corona española. 

Cuando llegó a Italia a la edad de 23 años se convirtió en camarero del cardenal Giulio Acquaviva en la ciudad de Roma. Estudiosos de la vida y obra de Cervantes como Jorge García López (2015) en su magnífica biografía Cervantes, la figura en el tapiz sostienen que la estancia de Cervantes en Roma, y en general en Italia dejó, sin duda, una huella muy importante en un joven de 23 años y que luego se verían expresadas en sus diferentes obras literarias, particularmente en el Quijote. El viaje formativo a Italia que ya habían emprendido otros grandes humanistas del siglo XVI como Erasmo y Montaigne, para citar los más reconocidos, era considerado el ingreso a la alta cultura o la cultura con mayúsculas, y eran parte de la mitología misma del humanismo, como destaca García López.

En cualquier caso, su peregrinaje por Italia, su actividad militar como soldado, su cautiverio en Argel de cinco años, sus cuatro intentos de fuga, dirigidos por él, ¡sin que acusase en ningún momento a sus compañeros de aventura!, el rescate que tuvieron que pagar sus familiares por un preso de alto valor para sus captores y luego su labor como recaudador de impuestos que lo llevaron a viajar por toda la península ibérica constituyeron un rico universo de experiencias que se ven reflejadas de alguna manera en las aventuras de Don Quijote y en sus Novelas Ejemplares, así como en sus obras de teatro, género en el cual siempre quiso sobresalir, aunque no tuvo la fortuna que si encontró en la novela.

En el capítulo XXXII de la Primera Parte: Que trata de lo que sucedió en la venta a toda la cuadrilla de don Quijote, encontramos uno de estos fragmentos en los cuales Cervantes convierte la lectura y el lector en objetos de indagación. La escena que vamos a comentar transcurre en la venta manchega de Juan Palomeque, la misma en la que ocurren tantas historias de esta extraordinaria novela. Cuando llegan allí don Quijote y Sancho Panza, la ventera, el ventero, su hija y Maritornes saben a recibirlos con mucha alegría. 

Rápidamente se enteran de las locuras del caballero andante, consecuencia de la lectura de libros de caballerías. Esta situación resulta extraña al ventero, conocedor del placer que deparaban estas historias en las veladas que se organizaban en su sitio de hospedaje al caer la tarde, cuando los segadores habían vuelto de las duras faenas del campo.

“Trataron sobre comida, estando delante el ventero, su mujer, su hija, Maritornes y todos los pasajeros, de la estraña locura de don Quijote y del modo que le habían hallado. La huéspeda les contó lo que con él y con el arriero les había acontecido, y mirando si acaso estaba allí Sancho, como no le viese, contó todo lo de su manteamiento, de que no poco gusto recibieron. Y como el cura dijese que los libros de caballería que don Quijote había leído le habían vuelto el juicio, dijo el ventero:

No sé cómo puede ser eso; que en verdad que, a lo que yo entiendo, no hay mejor letrado en el mundo, y que tengo ahí dos o tres dellos, con otros papeles, que verdaderamente me han dado la vida, no solo a mí, sino a otros muchos. Porque cuando es tiempo de la siega, se recogen aquí las fiestas muchos segadores, y siempre hay algunos que saben leer, el cual uno destos libros en las manos, y rodeámonos dél más de treinta y estámosle escuchando con tanto gusto, que nos quita mil canas; a lo menos, de mí sé decir cuando oyo decir aquellos furibundos y terribles golpes que los caballeros pegan que me toma gana de hacer otro tanto, y que querría estár oyéndolos noches y días.

Y yo ni más ni menos dijo la ventera porque nunca tengo buen rato en mi casa sino aquel que vos estáis escuchando leer; que estáis tan embobado, que no os acordáis de reñir por entonces.

Así es la verdad dijo Maritornes; y a buena fe que yo también gusto mucho de oír aquellas cosas, que son muy lindas, y más cuando cuentan que se está la otra señora debajo de unos naranjos abrazada con su caballero, y que les está una dueña haciéndoles la guarda, muerta de envidia y con mucho sobresalto. Digo que todo esto es cosa de mieles” (Don Quijote de la Mancha, RBA, p. 274).

Este fragmento es uno de los muchos pasajes del Quijote en el cual Cervantes “inserta los libros, la lectura o la escritura en la trama de sus ficciones” (Castillo Gómez, 2016). Como este, existen en diferentes lugares del libro pasajes o fragmentos que describen experiencias lectoras.

Nos detendremos en las reacciones que la lectura en voz alta produjo en los oyentes allí reunidos. La ventera, por ejemplo, disfrutaba estas veladas porque nunca como en estos momentos había visto tan concentrado a su marido, a tal punto que no se acordaba de discutir con ella. Por su parte, Maritornes, la moza encargada de servir las comidas en la venta, reafirma lo dicho por su patrona y agrega que ella también disfrutaba mucho escuchando aquellas historias, especialmente las sentimentales. También es importante destacar la intervención de la hija del ventero quien destaca el gran placer que le producía cuanto escuchaba, no los golpes que le gustaban a su padre, sino las lamentaciones de los caballeros cuando estaban alejados de sus damas (Castillo Gómez, 2016, p. 12).

Por su parte, el ventero, expresa cierta compasión y solidaridad con Don Quijote, como exculpándolo de la causa de su locura, y al contrario, destacando su nivel de alfabetización: “no hay mejor letrado en el mundo y que tengo ahí dos o tres dellos, con otros papeles, que verdaderamente me han dado la vida, no solo a mí, sino a otros muchos”, así como el papel decisivo a nivel emocional que ha jugado la lectura en su vida.

La lectura en voz alta en lengua española continúa siendo una práctica habitual hasta entrado el siglo XIX, y ha experimentado un nuevo auge en las dos últimas décadas con estudios que destacan su importancia en la formación del hábito lector y la construcción de un itinerario letrado para niños y adolescentes en edad escolar.

Capítulo VI. Primera Parte. Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo

Este capítulo cobra una gran importancia para comprender la figura del lector, las prácticas lectoras y el canon literario porque ayuda a comprender lo que significaba la concepción de la lectura en el Siglo de Oro y concretamente la visión que estableció Cervantes.

El capítulo relata el inventario que hicieron el cura y el barbero de la biblioteca del Quijote, examinando los libros a los que atribuían la causa de la locura del ingenioso hidalgo y que serían destruidos por el fuego. Es muy importante este capítulo porque anticipa problemas de crítica literaria y del establecimiento del canon literario, así como lo que podríamos denominar las políticas de lectura y el uso de las bibliotecas que hoy ocupan a docentes e investigadores de la educación literaria:

“El cual todavía dormía. Pidió las llaves a la sobrina del aposento donde estaban los libros autores del daño, y ella se las dio de muy buena gana. Entraron dentro todos, y la ama con ellos, y hallaron más de cien cuerpos de libros grandes, muy bien encuadernados, y otros pequeños; y así como el ama los vio, volvióse a salir del aposento con gran priesa, y tornó luego con una escudilla de agua bendita y un hisopo, y dijo:

-Tome vuesa merced, señor licenciado; rocíe este aposento, no esté aquí algún encantador de los muchos que tienen estos libros, y nos encanten, en pena de la que les queremos dar echándolos del mundo.

Causó risa al licenciado la simplicidad del ama y mandó al barbero que le fue dando de aquellos libros uno a uno, para ver qué trataban, pues podía ser hallar algunos que no mereciesen castigo de fuego.

-No-dijo la sobrina-; no hay para qué perdonar a ninguno porque todos han sido los dañadores: mejor será arrojallos por las ventanas al patio, y hacer un rimero dellos, y pegarles fuego; y si no, llevarlos al corral, y allí se hará la hoguera, y no ofenderá el humo.

Lo mismo dijo el ama: tal era la gana de la muerte de aquellos inocentes; mas el cura no vino en ello sin primero siquiera leer los títulos. Y el primero que maese Nicolás le dio en las manos fue Los cuatro Amadís de Gaula, y dijo el cura:

-Parece cosa de misterio esta; porque, según he oído decir, este libro fue el primero de caballerías que se imprimió en España, y todos los demás han tomado principio y origen deste; y así me parece que como a dogmatizador de una secta mala, le debemos, sin escusa alguna, condenar al fuego.

-No señor -dijo el barbero-; que también he oído decir que es el mejor de todos los libros que de este género se han compuesto; y así, como a único en su arte se debe perdonar.

-Así es verdad -dijo el cura-, y por esta razón se le otorga la vida por ahora. Veamos esotro que está junto a él.

-Es-dijo el barbero- Las Sergas de Esplandián, hijo legítimo de Amadís de Gaula.

-Pues, en verdad- dijo el cura- que no le ha de valer al hijo la bondad del padre. Tomad señora ama; abrid esa ventana y echadle al corral, y dé principio al montón de la hoguera que se ha de hacer.

Hízolo así el ama con mucho contento, y el bueno de Espliandán fue volando al corral, esperando con toda paciencia el fuego que le amenazaba” (p. 48).

¿Qué clase de lector postula el Quijote?

Para finalizar, presentamos a continuación algunos de modelos de lector que construye Cervantes en el Quijote:

  • El lector cómplice
  • El lector crítico que describe, analiza y denuncia con gran sutileza, pero con mucha fuerza simbólica el abuso del poder y las injusticias sociales
  • El lector juguetón
  • El lector tolerante y respetuoso con la diferencia
  • El lector solidario y justo con los humildes (la lectura como una forma de la compasión)
  • El lector antisistema: tesis derivada de “Cervantes libertario. Cervantes antisistema o por qué los anarquistas aman a Cervantes”, libro de Emilio Solá, profesor de la Universidad de Alcalá de Henares (UAH). Incluso, algunos académicos españoles afirman que el hidalgo representa el idealismo, el sueño, la pasión por la justicia, y que se ríe de todos los clichés y los estereotipos. Como decía Estanislao Zuleta: “Don Quijote es la imagen del hombre que no se resigna, en el momento en que ya parece no tener nada más qué hacer, cerca de los cincuenta años” (Zuleta, 2001). Incluso, algunos ven en las aventuras de su héroe una lucha contra el sistema y la injusticia, y ubican Don Quijote de la Mancha dentro de los textos de resistencia al poder, aunque Cervantes supo ser muy hábil en la denuncia de los abusos del poder a través de todas las historias que entreteje a lo largo del relato.
  • El lector como un sujeto poseído por la magia de las palabras. La lectura como fármaco
  • La lectura como una compulsión, como una manía que puede llevarnos a perder la razón

Referencias

Bajtín, M. (1991). Teoría y estética de la novela. Madrid: Taurus.

Castillo Gómez, A. (2016). Leer y oír leer. Ensayos sobre la lectura en los Siglos de Oro. Madrid: Iberoamericana/Vervuert.

De Cervantes, M. (2019). Don Quijote de la Mancha. Introducción de Domingo Ródenas. Edición y notas de Alberto Sánchez. RBA.

Frenk, M. (2005). Entre la voz y el silencio. La lectura en tiempos de Cervantes. Fondo de Cultura Económica.

García López, J. (2015). Cervantes. La figura en el tapiz. Pasado y Presente.

Petrucci, A. (1999). Alfabetismo, escritura, sociedad. Gedisa [Con prólogo de Roger Chartier y Jean Hébrard].

Villoro, J. (2008). El “Quijote”, una lectura fronteriza. En J. Villoro. De eso se trata. Ensayos literarios (p. 39-60). Anagrama.

Zuleta, E. (2001). El Quijote, un nuevo sentido de la aventura. Hombre Nuevo Editores/Fundación Estanislao Zuleta.

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